sábado, 31 de octubre de 2009

Una falsa primavera

Cuando Marcos baja del coche y empieza a caminar siguiendo la senda, el sol resplandece con fuerza y le recuerda el brillo de los ojos azules de Clara, cuando le mira de esa forma que sólo una mujer sabe hacer. El mismo sol inunda su cuerpo de calidez de la misma forma que un abrazo suyo después de días sin verse. Las mariposas se posan suavemente sobre las flores y le recuerdan sus manos cuando le acarician suavemente en la cama al despertarse. La fragancia que despiden las plantas del campo le traen a la mente el olor de su piel cuando besa su cuello. Todo alrededor de Marcos parece primavera.
Sin embargo, él sabe que es una falsa primavera. Es 31 de octubre en el calendario y en sus vidas. Pronto el viento empezará a soplar de frente, la lluvia teñirá los días de gris y el frío les obligará a protegerse. El viento de los recuerdos pasados, la lluvia de las discusiones, el frío de la distancia. A pesar de todo, Marcos piensa que siempre se puede vencer al otoño, y al invierno, y que se podría resguardar de los elementos junto a Clara. ¿Pensará ella lo mismo? ¿Sentirá como él?
Mientras continúa andando se le ocurre que por qué no. Siempre será mejor intentarlo que quedarse con la duda. Tal vez consigan sobrellevar los obstáculos, el mal tiempo, arrimándose hombro con hombro, luchando juntos. Hasta que en el horizonte de ambos se dibuje la verdadera primavera.

viernes, 16 de octubre de 2009

La ciudad vertical

La tierra está herida en Cuenca por el discurrir de dos ríos, el Júcar y el Huécar, que abrazan una imponente mole de rocas sobre la que se alza la antigua ciudad. Al atravesar cualquiera de los puentes que cruzan estos ríos, observamos como se levanta ante nosotros una ciudad vertical. Sus casas, balcones y miradores quedan suspendidos en el aire, y nos muestran la mágica belleza de todas las ciudades por las que fluye el tranquilo cauce de un río.
A izquierda y derecha de su calle principal se abren estrechas callejuelas. Un continuo subir y bajar de escaleras y pendientes que, sin excepción, terminan en un balcón que mira a las hoces de ambos ríos. Desde uno de ellos podemos alcanzar el puente rojo, suspendido sobre el Huécar, que nos lleva a las puertas del Parador Nacional.
Siguiendo por la calle principal, franqueados por casas de colores cálidos que ganan en intensidad con la luz del atardecer, llegamos hasta la plaza Mayor. Pasando bajo sus arcos, se muestra ante nosotros la catedral gótica, de estilo francés. Desde allí, un suave paseo nos traslada hasta el castillo, convertido en otro mirador donde, ya desde el punto más alto, podemos ver cómo se despliegan ante nosotros altísimos cortados y barrancos. Siempre en línea recta hacia el suelo. Siempre en vertical.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Korea: Mi amiga Sangmi Kim

Sangmi me recibe en el aeropuerto con una sonrisa de oreja a oreja en sus labios y a partir de entonces se convierte en la mejor guía posible de Seoul. En los lluviosos días que me tocaron en suerte recorrí con ella decenas de paradas de los mercadillos de Seoul en busca de un baduk (un juego de mesa coreano) y subimos a una montaña, el Buk-ak- san, que estuvo cerrada hasta 2007 y sigue vigilada militarmente, porque en ella se escondían espías norcoreanos. Con ella probé el "dulce de los 10.000 hilos", aprendí a leer coreano (aunque no entiendo ni papa), comí la deliciosa ternera que allí preparan en un infiernillo en tu propia mesa y vi mi primer atardecer en Seoul desde la colina donde se encuentran las tradicionales casas coreanas.
Una tarde en la que la copiosa lluvia no nos dejaba salir, Sangmi, con gesto preocupado, trazó una linea recta en la libreta donde me estaba explicando los fonemas de su lengua. "Yo quiero que mi vida vaya así, pero la vida no transcurre por el camino que tú has planeado. Y entonces dibuja una línea ondulada por encima de la anterior."La vida no es fácil. He gastado demasiado tiempo y dinero de mis padres con mis problemas y viajando". Acto seguido me confía todos sus problemas, sus preocupaciones y sus sueños. A mi, a casi un desconocido. Mágico, ¿no?

domingo, 4 de octubre de 2009

Japón: señas de identidad (y III)

El arte es, sin duda, una de las más importantes señas de identidad de cualquier país y, por lo tanto, también lo es de Japón.
En la arquitectura, encontramos su peculiaridad en los templos construidos principalmente de madera y con predominio del color rojo. Los sintoistas están precedidos por toris, puertas construidas con dos enormes troncos de cedro como listones y un travesaño, no así los budistas que tienen puertas más complicadas. También son peculiares los tejados japoneses con vertientes combadas y decoraciones fabricadas en metal. En los tejados de los castillos o palacios, estas decoraciones nos muestran si fueron construidos por el emperador o por los jefes de la guerra. Otro aspecto peculiar de la arquitectura la encontramos en el hecho de que los castillos no están fuertemente fortificados con murallas y almenas como los occidentales, sino que simplemente se encuentran rodeados por fosos y en altura, para vigilar la llegada del enemigo. Se asemejan así a palacios.
En escultura destacan las imágenes de buda sentado sobre una flor de loto. Pude ver una de las más importantes en Nara. También destacan estatuas de piedra de dragones, leones y guerreros de madera cuya simbología es la de ser guardianes de los templos y palacios. Esta escultura de la piedra tiene mucha importancia también en los jardines y la observamos, sobre todo, en la realización de lámparas con las que se iluminan estos jardines y parques.
En cuanto a la pintura, en algunas casas medievales y de geishas que visitamos pudimos ver reproducciones de las pinturas clásicas japonesas. En ellas destacan los paisajes, la mayoría montañosos y escenas cinegéticas (de bailarinas, ceremonia del té, etc. )