lunes, 20 de junio de 2011

Justos en Sodoma


Que la clase política española está en horas bajas, no lo duda nadie. Los últimos acontecimientos, encarnados en el movimiento 15-M, muestran un paso más en la escala de indignación de los ciudadanos hacia nuestros dirigentes. Hemos pasado de tragar, de quejarnos en el trabajo o de “arreglar el mundo” junto a los amigos en el bar, a mostrar nuestra reprobación hacia aquellos que nos representan (o que deberían hacerlo y no lo hacen) en la calle, a cara destapada y en voz alta. Dejándoles claro que a algunos ya no nos engañan y que tienen que espabilar. Los políticos, de izquierdas o de derechas; centrados o extremados se han mostrado incapaces de solucionar ningún aspecto de la crisis económica y, lo que es peor, una y otra vez, demuestran su incompetencia, irresponsabilidad e insolidaridad a la hora de luchar juntos por el bien del pueblo del que deben de cuidar.

Y no solo eso, sino que se han aprovechado de su cargo, del dinero del contribuyente y de la soberanía que entre todos les hemos otorgado para enriquecerse, obtener favores y hacerse poderosos… y corruptos. Han conseguido que, en la calle, la palabra “político” sea sinónimo de ladrón, sinvergüenza, aprovechado y que en los corrillos que se forman en plazas, cafeterías y parques se oiga la frase: “Da igual de izquierdas que de derechas, todos son iguales”.

La desconfianza en la clase política se traslada estos días a Europa, tras la puesta en marcha del Pacto del Euro. Se trata de un paquete de medidas que pretende acelerar la salida del continente de la crisis. La mayor parte de estas medidas afectan, una vez más, al ciudadano principalmente y apenas hacen mención a los que para casi todos son los verdaderos causantes de la crisis: las bancas.

El panorama que queda es, pues, descorazonador para todos nosotros, los ciudadanos de “a pie”. Con más de cinco millones de parados haciendo malabarismos para subsistir, tendremos que hacer frente a “moderaciones” de sueldos, recortes en pensiones, sanidad y prestaciones sociales y subidas del IVA.

Mientras tanto, aquellos a los hemos votado para que nos representen siguen a lo suyo. Preocupándose por si mismos, parapetándose tras sus privilegios, exprimiendo al ciudadano al que engañan para conseguir el poder con el que perpetuarse, comportándose cobardemente sin señalar, ni castigar a los verdaderos culpables por miedo a que todo cambie y que el cambio les deje fuera.

A nosotros, ahora mismo, solo nos queda alzar la voz. Obligarlos con nuestra determinación a que piensen en nosotros. A salir a la calle a luchar por lo que nos pertenece, lo que es nuestro, por aquello por lo que nuestros padres y abuelos lucharon. Luchar por una verdadera democracia. Hacerles recapacitar y despertar sus conciencias dormidas. Con la esperanza de que todavía queden líderes honestos y valientes, que hagan aquello para lo que fueron elegidos: ser el brazo ejecutor de un gobierno del pueblo y para el pueblo. Con la fe de que quede algún justo en Sodoma.