jueves, 24 de noviembre de 2011

Mi homenaje


Hoy hace veinte años que murió y todo el mundo se vuelve a acordar de él. Yo también. No recuerdo exactamente cuando le conocí, pero yo era bastante joven. Tampoco me acuerdo del lugar, pero seguramente fue, o al menos así me gusta pensarlo, en el asiento de atrás del Ford Escort de mis padres. Es posible que en algún momento de un viaje entre Enguera y Xixona sonaran los acordes de la inconfundible guitarra eléctrica de Bryan May dando paso a una de las voces más talentosas de la historia del rock.

Poco a poco, con el paso del tiempo nos hicimos más amigos. Primero me cantaba al oído a través de mi walkman y yo sacaba la cinta y la rebobinaba con un boli Bic para no gastar pilas. Oía sus canciones una y otra vez. Años después compré aquella caja de cd’s con funda de cartón dorado con sus Grandes Éxitos. Ya era un adolescente y empecé a preguntarme más cosas, a tener curiosidad, a querer saber.

Fue mi primer amigo gay. Recuerdo que me enteré porque mi tío me preguntó cual era mi grupo favorito y dije que Queen. El me informó, sin mala intención, que era homosexual, y contesté que me daba igual, que cantaba muy bien. También fue mi mejor maestro de inglés. A través de sus canciones aprendí mucho de ese idioma y, como nunca he viajado a Inglaterra para estudiar, siempre digo que hablo inglés con acento de Freddy Mercury.

Recuerdo cuando se fue. Había grabado una canción junto con Montserrat Caballé para conmemorar los Juegos Olímpicos de Barcelona. Me lo anunció mi padre y yo, intentando disimular mi tristeza solo acerté a decirle a mi padre, como en un reproche no sé a quien: “Entonces ya no podría cantar en los Juegos…”

Es curioso como una persona a la que jamás conociste puede estar tan presente en la vida de uno. Sus canciones me han hecho disfrutar, haciendo saltar mi corazón a mil por hora, como Hammer to fall o We will rock you; me han hecho pensar, como The show must go on (El espectáculo debe continuar), compuesta cuando supo que iba a morir a causa SIDA; o llorar, como Save me aquellas veces que necesitaba que alguien me salvara. Pero la mejor de todas, para mi, es Bohemian Rapsody, esa balada-opera-canción de rock que lo tiene todo y que nunca me canso de escuchar. Así que, esta noche, a su salud voy a escucharla de nuevo.

Os invito a que lo hagáis también y me acompañéis en el homenaje. No os decepcionará.

1 comentario:

Carls dijo...

Dos paraules: Inimitable e irrepetible. Era d'un altre món.

Tant és així que ni tan sols m'he parat a escoltar eixe nou vocalista amb el que ha fet una gira Queen.