Es la última semana antes de irme de viaje y estoy ultimando detalles. Ayer le tocó el turno a una de las recomendaciones de viaje que leí en la página del Ministerio de Asuntos Exteriores: “Se recomienda tomar la profilaxis contra la malaria”. Voy al centro de salud y le explico el asunto al doctor: “Resochín” dice el galeno “es lo que indica el protocolo para estos casos”. Así que nada, cojo la receta y voy hacia la farmacia a comprar las pastillas. Por el camino, voy pensando lo que me va a costar la broma, una pasta, seguro. Pero bueno, si quieres hacer viajes y más si son exóticos hay que aflojar la mosca. Y si no, haberte ido de vacaciones a Villatocinos del Fraile o a Torrecilla de
Mientras vuelvo a casa, un pensamiento se forma en mi cabeza. Cuando llego, leo el prospecto y veo que el Resochín sirve tanto para la prevención como para el tratamiento de la malaria. En ese momento el pensamiento toma forma. No sé mucho sobre esta enfermedad, pero recuerdo de los telediarios que causa un montón de muertos por todo el mundo. Busco en Internet y, en efecto: entre 300 y 500 millones de personas enferman cada año y de ellos 3 millones, mueren. Y me pregunto ¿tan mal está alguna gente que no puede permitirse un tratamiento tan barato? Evidentemente, me respondo en seguida a mi mismo, sino no se dejarían morir. ¿Y tan mal están sus gobiernos? ¿y la comunidad internacional no puede subvencionar alguna parte? ¿Y
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