martes, 9 de septiembre de 2008

Martes 5 de agosto. South Ari Atoll


Al despertarnos por la mañana, no podíamos imaginar las emociones que nos iba a deparar este día. Para empezar, la primera inmersión ha sido la más bonita de mi vida en cuanto a belleza del paisaje. Kudara Thila es un arrecife de coral que tiene una profundidad de entre 25 a 30 metros y que en su parte superior está sobre los 10 metros. A su alrededor una explosión de vida como jamás había visto, nos envuelve con su manto de colores y de luz. Para hacer la inmersión más placentera, la corriente no se ha presentado esta mañana y hemos podido disfrutar mucho del entorno. En un momento dado, hemos pasado por debajo de un arco formado por el coral y detrás de este, el escenario se ha vuelto más espectacular si era posible. Un baile de peces de todos los colores, formando bancos y moviéndose en todas direcciones y con el decorado de lujo que forman los corales, gorgonias y demás vida vegetal marina.

Las emociones estaban lejos de acabar aquí, sino que iban a ir en aumento. Tras la inmersión hemos navegado hacia Sun Island Reef en busca del tiburón ballena. La comida fue muy rápida, porque Judith nos dijo que estábamos entrando en la zona en la que normalmente se le suele ver. Así que nada más acabar de comer, empezamos a salir a cubierta para ver si divisábamos al escualo. Parecíamos la tripulación del Pequod intentando encontrar a Moby Dick, sólo que nosotros con unas intenciones más benévolas.

Todo ocurrió muy rápido. Alguien desde la cubierta superior gritó algo en maldivo. Entonces, Judith nos dijo que nos pusiésemos aletas y gafas. El barco fue en dirección de otro barco que ya estaba allí. Fue entonces cuando vimos a muchos nadadores que ya estaban siguiendo al tiburón ballena. La tensión estaba patente, ¡a Manuela y a Tini había que cogerlas para que no se tiraran! Finalmente cuando estuvimos cerca, saltamos.

La búsqueda se convirtió entonces en una carrera detrás del animal. Todos nadamos lo más rápido que pudimos para verlo de cerca. La primera vez que lo vi nadaba por debajo de mi, pegado al fondo a unos 15 metros. Pude ver su larga cola, su cuerpo de unos cuatro metros y adivinar sus puntos blancos característicos. Aún pude verlo un poco mejor cuando ascendió hasta unos cuatro metros pero, entonces, volvió a descender para perderse en el azul.

Volvimos a subir al dhoni para equiparnos, esta vez con botella. Cuando estábamos acabando de vestirnos, volvieron a gritar que habían visto la sombra desde cubierta. Y aquí es donde la suerte, el destino o Neptuno me la tenía guardada. Cuando me levanté para tirarme al agua, Toni me avisó de que no llevaba plomos. Los minutos que perdí allí fueron cruciales para mí porque ya no pude ver al tiburón ballena de cerca. Como dice Toni, la suerte del buceador esta vez me había dado esquinazo. Esta era la primera espinita que se me ha quedado clavada del crucero. Espero que sea la única. Al mismo tiempo ya tenía una escusa para volver a Maldivas.

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