Nuestro viaje comienza en la T-1 de Barajas a las diez de la noche, por lo que hemos dormido en el avión. Bueno, lo de dormir es un decir, porque a penas he pegado ojo. Aunque he estado más tranquilo de lo que pensaba (me inquietaba hacer un vuelo tan largo), entre que me cuesta dormir sentado, que la azafata (una oriental muy mona) me ha tirado un vaso de agua entero encima y que los surferos canarios no se callaban ni bajo del agua, no he dormido más de tres horas en todo el viaje.
Cuando hemos llegado a Doha eran las seis de la mañana y ya hacía un calor insoportable. El ambiente estaba cargadísimo de arena del desierto en suspensión, de forma que los edificios lejanos estaban envueltos en una especie de bruma, como detrás de un telón de arena y polvo. Los trabajadores del aeropuerto cubrían sus rostros del sol y también sus vías respiratorias para tragar cuanto menos tierra mejor.
Otras que también iban cubiertas, pero por otros motivos, eran las mujeres de Doha. Las había de tres tipos: con el pelo cubierto, con todo el rostro cubierto excepto los ojos y algunas con un velo semitransparente que le cubría por completo el rostro. Me viene a la cabeza el calor, la claustrofobia y la pena que deben de sentir al llevar ese traje que las aísla del mundo y las reduce hasta casi la nada. A pesar de ser negro, las vuelve invisibles al resto de la gente.
Finalmente, nuestro vuelo de enlace sale hacia Male y llegamos sin contratiempos. Allí nos espera Judith, nuestra guía de inmersiones, y conocemos a los que van a ser nuestros compañeros durante los próximos días: Vanesa y Paco, Manuela y José María, Tini y Óscar, Bea, David y Nicola. Pronto llega nuestro “dhoni” que nos lleva a nuestra casa flotante, el “Southern Cross”.
Cuando hemos llegado a Doha eran las seis de la mañana y ya hacía un calor insoportable. El ambiente estaba cargadísimo de arena del desierto en suspensión, de forma que los edificios lejanos estaban envueltos en una especie de bruma, como detrás de un telón de arena y polvo. Los trabajadores del aeropuerto cubrían sus rostros del sol y también sus vías respiratorias para tragar cuanto menos tierra mejor.
Otras que también iban cubiertas, pero por otros motivos, eran las mujeres de Doha. Las había de tres tipos: con el pelo cubierto, con todo el rostro cubierto excepto los ojos y algunas con un velo semitransparente que le cubría por completo el rostro. Me viene a la cabeza el calor, la claustrofobia y la pena que deben de sentir al llevar ese traje que las aísla del mundo y las reduce hasta casi la nada. A pesar de ser negro, las vuelve invisibles al resto de la gente.
Finalmente, nuestro vuelo de enlace sale hacia Male y llegamos sin contratiempos. Allí nos espera Judith, nuestra guía de inmersiones, y conocemos a los que van a ser nuestros compañeros durante los próximos días: Vanesa y Paco, Manuela y José María, Tini y Óscar, Bea, David y Nicola. Pronto llega nuestro “dhoni” que nos lleva a nuestra casa flotante, el “Southern Cross”.
1 comentario:
Jajaja doy fe que los surferos eran muy escandalosos. Yo en ese vuelo me vi cuatro peliculas seguidas pero las recuerdo poco y mezcladas.
Un abrazo
Oscar
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