martes, 13 de julio de 2010

Un día perfecto en La Valletta

La Republic Avenue hierve de vida desde primeras horas de la mañana con gente que va y viene de las tiendas, cafeterías, iglesias y edificios oficiales. Al poco de caminar encontramos la Plaza de San Gwan y la catedral del mismo nombre que bajo su precioso techo esconde un tesoro pintado por Caravaggio hace ya cuatro siglos. Tras la catedral, otro pintor, esta vez maltés, nos enseña sus cuadros de barcos, catedrales y rincones floridos. Nuestros pasos siguen la cuesta abajo que nos lleva a la fortaleza de San Telmo entre puestos de fruta, santos en las esquinas de los edificios y bajo la sombra que proyectan los balcones cubiertos por celosías.
Una vez en San Telmo, subimos al monumento de las Campanas del Sitio de Malta. Desde allí, a través de la bahía, podemos imaginar como llegaron a la isla las distintas civilizaciones que pasaron por este centro del Mediterráneo: fenicios, cartagineses, romanos, turcos, españoles, ingleses... Un poco más al este, los Barraca Gardens ejercen de balcón encarado a la bahía y desde ellos podemos ver las llamadas Tres Ciudades: Sanglea, Conspicua y Vittoriosa. De regreso por esa lengua de tierra adentrada en la bahía que es La Valletta, comemos en un restaurante maltés. Nuestra boca se llena del fuerte sabor del queso, la acidez del vinagre, la mezcla de aromas de las especias y la tibieza de un buen vino tinto. Ascendiendo ahora las calles, nuestro caminar se ralentiza a causa de las notas de un piano que se escapan desde las ventanas abiertas del Teatro Manoel. Y es necesario parar, referscarse en una terraza junto a la catedral y ver pasar a la gente.
Cuando cae la noche, un sonido de guitarra nos atrae a South Street. Allí, la esquina con Strait St. se convierte en un rincón bohemio con coloridos cuadros en la fachada de un pub y la música de un dueto que canta baladas de pop inglés. Después, con paso ya cansado, volvemos a las puertas de la ciudad custodiadas por los tritones. Guardianes incansables que dan la bienvenida y despiden desde su rendonda fuente a quien decide visitar la Ciudad de los Caballeros.

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