sábado, 5 de enero de 2008

Sueños de arena

Los caballos van dejando tras ellos estelas en la arena, siguiendo un camino invisible que no parece llevar a ninguna parte. Mi guía se detiene y señala con sus delgados dedos la loma de una pequeña montaña rocosa. Por encima de ella se pueden ver a dos camellos, con su lento caminar y su hipnótico movimiento de cuello, recortando con su silueta el horizonte tras el que se vislumbra un sol poniente. Descendemos de nuestras monturas. El ambiente empieza a refrescar y se levanta una ligera brisa. El guía señala detrás de las rocas y grita en su idioma que le siga. La promesa de ver algo maravilloso, una ciudad escondida entre las montañas hace que me dirija hacia donde él me lleve, sin pensar en peligro alguno. Por fin alcanzamos la cima. Mis ojos no pueden creer lo que están viendo. Allí entre gargantas y desfiladeros, bañada por la tenue luz de los últimos rayos del día, se dibujan como en un sueño las columnas y frontones de una ciudad esculpida en la roca.

El sonido del timbre de la puerta me hace volver en si. Vuelvo a colocar el tapón de corcho en la boca del pequeño jarrón de cristal, con una serpiente en relieve que se enrosca en su cuello. El jarrón contiene arena del desierto, de Petra, formando un dibujo de dos camellos y dunas al fondo. Sonrío. Ahora sé que cada vez que sienta la necesidad de vivir nuevas aventuras en el desierto, sólo tendré que volver a abrir el frasco y dejarme conducir a los lugares donde la historia está escondida bajo la arena.

Amic Toni, gràcies per el teu màgic regal

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