martes, 3 de agosto de 2010

El centro de la isla: Mdina, Rabat y Mosta (y II)

Rabat mantiene muchos vestigios de la antigua ciudad romana de Melita. Destaca una lujosa casa con maravillosos pavimentos de mosaico polícromo. Éste y otros mosaicos, junto con otros restos de esa misma época se pueden ver actualmente en el Museo de la Antigüedad Romana de la ciudad. Esta zona también está muy relacionada con la introducción al cristianismo en las islas: se dice que el apóstol San Pablo, mientras viajaba arrestado a Roma, naufragó en la isla y vivió en una cueva excavada en un foso bajo las murallas de la ciudad, escondiéndose así de sus captores. A partir de entonces, la Gruta de San Pablo fue utilizada como lugar de reunión de una primitiva comunidad cristiana. En honor a San Pablo se levanto una iglesia en época medieval. A las piedras de la Gruta de San Pablo se le otorgaron propiedades milagrosas, hasta tal punto que se vendían a viajantes y marineros que llegaban a la isla, aunque muchas veces, como ya podéis imaginar, ni si quiera las piedras procedían del lugar sagrado. También en Rabat se encuentran las catacumbas de San Pablo y Santa Ágata. Como estaba prohibido enterrar a los muertos en el interior de las murallas, estos enterramientos fueron proliferando en la zona de extramuros. Se trata de tumbas excavadas en la roca (hipogeos) de origen tanto pagano, judío como cristiano.
Antes de finalizar la visita, conviene pasar por Mosta y sorprenderse con exageradamente monumental (como muchas en la isla) iglesia de Santa María. Las altísimas y robustas columnas jónicas que forman el pórtico de entrada ya nos preparan para el suntuoso interior, donde los espacios entre arcos que forman las capillas se han transformado en frescos. Pero ante todo, nos deja sin aliento la enormidad de la cúpula, la tercera más grande de Europa tras el Vaticano y San Paul de Londres. Esta cúpula fue atravesada por una bomba durante la segunda Guerra Mundial. El artefacto rodó por su interior sin llegar a explotar, lo que fue considerado un milagro. Este hecho no hizo sino agrandar la fe de la gente de Mosta que, como ya había con la construcción de la iglesia, trabajó de forma voluntaria en la reparación de la grandiosa cúpula.

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