Antes de subir los escalones que la llevarán hacia el decorado altar, se detiene ante una fuente dónde, esta vez, se librará de las impurezas físicas antes de entrar al recinto. Así pues, valiéndose de un pequeño cazo con el mango de madera y el recipiente de latón, recoge el limpo y fresco agua que sale de las fauces de un dragón de hierro. Primero limpia su mano izquierda, de
Poco a poco asciende las escaleras que la llevan frente al altar. Allí cuelga del techo una gruesa y pesada cuerda trenzada que sirve para tocar una campana. La agarra con sus dos delicadas manos y la agita hasta hacerla sonar. Ahora los dioses ya están despiertos y atententos para oir sus ruegos. En primer lugar hace dos reverencias frente al altar y después da dos fuertes palmadas. Sus manos quedan juntas para comenzar con su súplica.
Mientras realiza sus peticiones, Yoko puede sentir la presencia de todos los "kami" que residen en las cosas que le rodean ya sean vivientes o no. Los animales en los árboles que rodean la ermita, las hojas, raíces, piedras, rocas, estatuas, el agua, el sol, las gotas d
Poco a poco desciende los escalones con ánimos renovados. Espera que los dioses sean buenos y que le concedan sus deseos. Poco a poco, envuelta en los frescos olores del bosque que le rodea, se aleja con el alma limpia y renovada de buenos augurios.
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